A la llegada de los visitantes se abría un pasillo amplio y largo; a cada lado los stand abiertos de las galerías, la mayoría sin luz, sólo iluminados por la tenue claridad que se filtraba por el techo de lona. A mitad del pasillo había el pequeño stand en el que, al pasar por primea vez y aún en penumbra, distinguí un cuadro en el que aparecían el rostro de 3 hombres. Creí reconocerlo pero no supe ponerle autor. Volví sobre mis pasos y leí sobre la pared donde debía estar el nombre de la galería: Artista invitado: Miguel Ángel Belinchón "Belin".
Por fin recordé. Hacía unos meses, en Úbeda, intente ver la exposición de un "grafitero de Linares" pero justo el día antes había terminado y sólo pude hacerme con el cartel de la exposición y, además, roto. "Es un hombre joven, alto, moreno, muy abierto, inconfundible", así lo describió de embelesada una azafata, añadió que el día antes, el de la inauguración, no había estado en el stand, sino en la entrada, donde estaba pintando. Lo busqué pero tampoco estaba allí. Me entretuve mirando su trabajo: pequeñas esculturas, dibujos, óleo, acrílico y spray. Caras distorsionadas, gestos de asombro, poses y actitudes imposibles y el cuadro que había visto en televisión cuando anunciaron la exposición de Úbeda.
"Miguel Ángel pinta con todo, trabaja cualquier material", me dijo un chico alto y delgado, con un acento andaluz grave y serio, sin el lirismo y el gracejo que se espera de un andaluz arquetipo, sino de esa clase dura y áspera de personas que acumulan generaciones de lucha en la sangre. Era su persona de confianza y a veces su modelo.
Estaba pintando un retrato. Copiaba de una fotografía que le cabía en la palma de su mano: "es mi padre, el verdadero héroe, ..." A la derecha de la entrada había dibujado una cara partiendo el rostro en dos, desde la frente hasta el labio superior y a su lado había esbozado desde la mitad de la nariz hasta el cuello. La definición de los ojos era perfecta, ¿la técnica? ¿el secreto?: "No hay, el spray es lo de menos, todo es cuestión del dedo, apretar los suficiente la boquilla y soltar, nada más". Le pedí a uno de los espectadores que nos fotografiase juntos y lo dejé trabajando porque "necesito vender la obra, ya sabes, los chiquillos, la familia, los gastos,..." Volvió a subirse en la escalera y continuó pintando.
Al día siguiente regresé para dejarle el vídeo del reportaje que había emitido en televisión. Se lo dí a su hombre de confianza que no paraba de hablar de él con el entusiasmo: "¡Un genio! Un día estará entre los grandes". Me fijé y había puesto un cartel de "Vendido" diminuto sobre el cuadro de Úbeda. Lo había comprado un extranjero, me dijo. Eché la última mirada llena de asombro al mural de la calle, la primera pieza, la parte superior de la cara ya estaba terminada.
Dos días después y las piezas terminadas, fui a primera hora de la mañana antes de que comenzaran a desmontar la pared para fotografiar el resultado final. Una mujer, que debía estar haciendo tiempo para coger algún tren, se acercó a mi. "Da igual con qué o cómo se haga" me dijo al contarle la técnica "con pincel, brocha o spray, el arte siempre es arte y el artista es artista. Es magistral".
Art Madrid'14 (2014) |
Art Madrid'15 (2015) |
Art Madrid'15 (2015) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario